En la teología católica se llama examen de conciencia a la necesidad de traer a la memoria los pecados cometidos antes de administrar el sacramento de la penitencia, por tanto, ponemos a su disposición la siguiente guía.
Antes de iniciar el examen de conciencia se debe revisar cuidadosamente cada uno de los pecados, no solo que se cometen actualmente, sino también los cometidos y que nunca fueron confesados. Contra los mandamientos de la ley de Dios, de la Iglesia o contra las obligaciones particulares.
Es importante hacer este inventario por escrito sin omitir nada, así nos cause vergüenza o miedo. Hacerlo sin prisa.
Primer Mandamiento
Segundo Mandamiento
Tercer Mandamiento (Relacionado con el 1er al 4to Mandamientos de la Iglesia)
Cuarto Mandamiento
(Como Hijo (a))
(Como Padres)
Quinto Mandamiento
Sexto y Noveno Mandamientos
Séptimo y Décimo Mandamientos
Octavo Mandamiento
1.- La Soberbia: Admiración excesiva del propio yo. El orgullo hace que uno sea su propia ley, su propio juez en cuestiones de moral y su propio Dios. El orgullo engendra la censura, la maledicencia, las frases hirientes y la difamación de la personalidad de otros, que infla más nuestro “EGO”. El orgullo hace que califique uno de imbéciles a quienes no están de acuerdo con uno.
Preguntémonos:
¿Asumo actitudes de jactancia o vanagloria?
¿Me produce engreimiento que se hable de mí?
¿Soy acaso hipócrita?
¿Pretendo ser lo que no soy?
¿Soy terco?
¿Rehúso renunciar a mi voluntad o capricho?
¿Nunca doy mi brazo a torcer?
¿Soy voluntarioso/a? ¿Me causa resentimiento todo lo que contraría mi voluntad?
¿Me peleo cada vez que mis deseos son amenazados?
¿Soy desobediente? ¿Soy renuente a someterme a las decisiones de quienes legítimamente son mis superiores?
¿Rehúso someterme a la Voluntad de Dios?
2.- La avaricia: Apego desordenado a las riquezas. Perversión del derecho que Dios nos ha concedido de poseer cosas.
Preguntémonos:
¿Quiero tener dinero como una finalidad en sí?
¿Deseo tenerlo como un medio para lograr una finalidad, como satisfacer necesidades de mi espíritu y de mi organismo?
¿Carezco de honradez? ¿ Hasta qué grado y en qué forma?
¿Correspondo con toda honradez, con mi trabajo al pago que por desempeñarlo se me da?
¿Cómo empleo el dinero que gano?
¿Soy tacaño (a) con mi familia?
¿Siento apego al dinero en sí?
¿Hasta qué grado llega mi deseo de lujo?
¿En qué forma ahorro dinero?
¿Me valgo de trampas o no me detiene el hecho de que un negocio no sea limpio con tal de hacer y ganar dinero? ¿Trato de engañarme a mí mismo(a) y cierro los ojos en casos como estos?
¿Le llamo ahorro a lo que sé que es tacañería?
¿Confundo lo que es un atesoramiento irrazonable, con lo que es asegurar el porvenir propio y de mi familia?
Si en la actualidad no tengo dinero, ni ningún bien económico, ¿qué me propongo hacer para llegar a tenerlo? ¿Me valdría de medios poco limpios para lograrlo?
3.- La lujuria: Afición desordenada o deseo excesivo a los placeres de la carne.
Preguntémonos:
¿Soy culpable de Lujuria en cualquiera de sus formas?
¿Trato de justificarme cuando doy rienda suelta a mi apetito sexual, diciéndome que mis desmanes son “necesarios para la salud” o la expresión de mi individualidad?
¿Tengo relaciones sexuales extramaritales?
Si soy casado, ¿me comporto como un hombre o como una bestia?
¿Realmente creo que la lujuria es amor? ¿Sé en el fondo de mí mismo que la lujuria no es amor y que el amor no se reduce al sexo?
¿Creo que la cuestión sexual no es más que una parte del amor, una de las formas en que se manifiesta y que moralmente se limita al matrimonio?
¿He cometido excesos de lujuria que hayan afectado a mi razón en alguna de las siguientes formas:
¿Es posible que Dios, tal como lo concibo, le conceda lo que le pida a una persona relajada en sus costumbres sexuales, dentro o fuera del matrimonio?
¿Aprobaría Dios mis hábitos sexuales?
4.- La envidia: Disgusto o pesar del bien ajeno.
Preguntémonos:
¿Me molesta que otros sean felices o tengan éxitos tal cómo si esa felicidad o ese éxito, fuese algo que me lo hubiesen quitado a mí?
¿Me causan resentimiento aquellos que son más inteligentes que yo, porque envidio que lo sean?
¿Censuro lo que hacen otros porque para mis adentros, quisiera haberlo hecho yo, por el honor o el prestigio que eso trae?
¿Soy envidioso al grado de tratar de menguar la personalidad de alguien intrigando insidiosamente contra él?
¿Propago chismes?
¿Creo que son envidiosos aquellos que llaman hipócritas a quienes, aunque sujetos a error como todo ser humano, tratan de cumplir con los preceptos de su religión? ¿Soy culpable en ese sentido?
¿Califico de presumidos a quienes son bien educados o instruidos, porque les envidio esas ventajas?
¿Es real el aprecio que manifiesto por otros?
5.-La ira: Cólera, enojo, apetito de venganza. Irritación, movimiento desordenado del alma ofendida. Molestia.
Preguntémonos:
¿Me dejo llevar por la ira? ¿Tengo arranques de cólera?
¿Siento deseos de venganza? ¿Juro que: “esto me lo pagarán”?
¿Recurro a la violencia?
¿Soy susceptible, sensitivo o impaciente con exceso? ¿Me molesto por cualquier cosa?
¿Murmuro o refunfuño?
¿Ignoro que la ira es un obstáculo para el equilibrio de la personalidad y para el desarrollo espiritual?
¿Me doy cuenta de que la ira rompe el equilibrio mental y, por consiguiente, impide juzgar acertadamente?
¿Dejo que me maneje la ira, cuando sé que me ciega a los derechos de los demás?
¿Como puedo justificarme del más insignificante berrinche, cuando sé que la ira rompe la concentración que necesito para poder cumplir con la voluntad de Dios?
¿Me contagia la ira de otros que por su debilidad se molestan conmigo?
¿Puedo esperar que la Serenidad de Dios llegue a mi alma, mientras ésta está sujeta a mis excesos de ira, motivados a veces por insignificancias?
6.- La gula:Falta de moderación con la comida o en la bebida. Abuso del placer que Dios ha conferido de comer y beber lo que necesitamos para nuestra subsistencia.
Preguntémonos:
¿Me debilito moral o intelectualmente debido a mis excesos con la comida o con la bebida?
¿Acostumbro a comer con exceso, esclavizándome así a los placeres de la mesa?
¿Creo que el hecho de comer o beber con exceso no afecta a la moral en mi vida?
¿He bebido o comido con tal exceso que haya vomitado, para luego seguir bebiendo o comiendo?
Bebo con tal exceso que esto llega a afectarme en alguna de las siguientes formas:
7.- La pereza: Enfermedad de la voluntad que nos hace descuidar nuestro deber. Vicio que nos aleja del trabajo, del esfuerzo.
Preguntémonos:
¿Soy perezoso?
¿Soy dado a la holganza o indiferente cuando se trata de cosas de orden material?
¿Soy tibio o descuidado en mis oraciones?
¿Desprecio la disciplina?
¿Prefiero leer una novela que algo que requiera un esfuerzo mental?
¿Soy pusilánime para llevar a cabo lo que moral o espiritualmente es difícil?
¿Soy descuidado?
¿Siento aversión por lo que signifique esfuerzo?
¿Me distraen fácilmente las cosas de orden temporal de las que son espirituales?
¿Llega mi indolencia al grado de desempeñar descuidadamente mi trabajo?
1.- Auto – conmiseración: Compasión, sensibilidad excesiva por el mal que padece uno mismo. Defecto insidioso de la personalidad y señal de peligro, al que se debe estar muy alerta.
Cuando alguien siente auto conmiseración, conviene visitar la sala de enfermos de un hospital, para poder tener en cuenta las bendiciones y beneficios que uno ha recibido.
2.- Miedo: Sentimiento de inquietud por un peligro real o imaginario. Si aceptamos ponernos en las manos de Dios y encaramos con honradez lo que realmente somos, entonces el fantasma del miedo desaparece.
Cuando estamos mal espiritualmente, emocionalmente, existe un vacío en nuestras vidas, ese vacío para ser llenado requiere que nos volvamos hacia adentro de nosotros mismos, nos analicemos, reflexionemos y entremos en contacto con Dios. Él nos irá llenando y nos indicará lo que debemos hacer.
Y para entrar en contacto con Dios debemos “limpiarnos” lo más posible, nosotros mismos, eliminar esos defectos de carácter y reemplazarlos con elementos más apropiados para llevar una vida más coherente.
Lo que sigue a continuación, que nos ayude para nuestra formación.
1.- Las virtudes teologales: Fe, esperanza y caridad.
Virtud de la fe
Creencia, confianza, el acto de dejar al cuidado de Dios, aquella parte de nuestro destino que no podemos regir, teniendo la seguridad de que todo resultará en bien de nosotros mismos. Débil al principio, llega a convertirse después en una profunda convicción.
La fe es la respuesta del hombre a Dios que se revela y se entrega a él, dando al mismo tiempo una luz sobreabundante al hombre que busca el sentido último de su vida. (CIC 26). El grado de confianza que es la fe espiritual, significa la aceptación de nuestros dones, limitaciones, problemas y de las pruebas a que estarnos sometidos con igual gratitud, sabiendo que Dios tiene sus designios para con nosotros. Teniendo como norma diaria “Hágase tu voluntad”.
Virtud de la esperanza
La fe implica confianza; la esperanza supone fe, pero también tiende hacia objetivos determinados. Esperanza en el amor, el progreso, el respeto de sí mismo y de sus allegados. La esperanza se traduce en la fuerza motriz que hace que nuestra vida tenga y adquiera propósito.
Virtud de la caridad
“Ahora permanecen estas cosas: la fe, la esperanza y la caridad; pero la más excelente de ellas, es la caridad” – ( 1 Corintios-13).
1) La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. (CIC 1822)
2) Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cf Jn 13, 34). Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). (CIC 1823